Entrevista

Detrás de cada entrega hay un recorrido invisible que rara vez se cuenta.

La rutina de un transportista no está marcada por un reloj, sino por la calle. Sus días empiezan antes del amanecer y terminan mucho después de que la ciudad baja el ritmo. Entre semáforos, descargas, filas de espera y negociaciones rápidas, construyen un tiempo propio en el que cada minuto importa. Esta dinámica repetitiva y demandante no solo organiza su jornada, también moldea la forma en que habitan el espacio urbano y cómo experimentan su propio cuerpo en movimiento constante.

transportista

Preguntas y Respuestas

Pregunta: ¿Cómo llegaste a trabajar como transportista refresquero?

Respuesta: Terminé la prepa, pero no seguí estudiando porque necesitaba trabajar rápido para ayudar a mis papás con los gastos. Un primo me jaló para repartir refrescos y pues aquí estoy, llevo ya dos años.

Pregunta: ¿Cómo es tu rutina física en un día normal?

Respuesta: Es pesada. Descargo y subo cajas todo el día, algunas pesan más de 20 kilos. Subirlas a las tienditas, a veces por callecitas empinadas, me deja la espalda y las rodillas molidas. Llego a la casa con los brazos adoloridos, como si hubiera ido al gym pero sin descansos.

Pregunta: ¿Y cómo afecta eso a tu cuerpo a largo plazo?

Respuesta: Siento el cuerpo como de alguien de más edad. Mis manos ya están marcadas, la espalda siempre me truena. Me da miedo que en unos años no pueda seguir cargando y me quede sin chamba.

Pregunta: ¿Qué pasa con el estrés en este trabajo?

Respuesta: Es constante la verdad. Tenemos que cumplir horarios y descragar a tiempo, los clientes se enojan si llegamos tarde, los jefes presionan con las rutas y las ventas. Además está la inseguridad, una vez nos intentaron parar unos tipos armados para pedirnos dinero y producto para poder repartir por ahi , nos dio un miedo enorme, aunque al final no pasó nada tuvimos que darles cocas. Pero uno nunca sabe, siempre está la amenaza del crimen organizado.